AÑO NUEVO, ¿VIDA NUEVA?
Podría parecer que el tema de este ensayo no tiene nada que ver con la posmodernidad, no trata de cuestiones científicas ni se mete en terrenos tecnológicos. Dejando de lado las socorridas prótesis tecnológicas se encamina por un objetivo más humano, tratando de dilucidar qué hay detrás de ese momento, para algunos triste, para otros prometedor, en el que nos despedimos del año viejo y esperanzados con el venidero nos llenamos de maravillosos y pocos factibles deseos.
¿Por qué elegir el tema de los deseos? Pensemos en que éstos son personales y vienen desde la interioridad del hombre. Deseamos desde que nacemos, y al mismo tiempo nos encontramos destinados a estar incompletos. Según Lacan desde los primeros meses de vida, los seres humanos crean cierta unidad con sus madres, y es la figura paterna la encargada de romper con dicha unión (por decirlo de una forma bastante escueta). Estamos marcados por la falta, ésta anima la vida, convirtiéndose en un motor de búsqueda, de realización. El ser humano anhela cosas. Desea algo que enriquezca su vida, que le haga feliz. Esa incompletud le arrastra a moverse. Pensemos entonces en los deseos como el motor de nuestras acciones en búsqueda de un crecimiento intelectual y espiritual, una búsqueda de la mejoría personal.
Como se mencionaba en líneas anteriores, este tema permite reflexionar sobre la postura que los hombres asumen en el momento de cambio que supone la llegada de un nuevo año. Esto resulta interesante por los significados que se le dan a la referida festividad y a la imagen que hoy en día se esboza del hombre. El contexto resulta ser sumamente significativo para caracterizar ese perfil. Dicho contexto se sitúa en la posmodernidad, que apareció ante la utopía fallida de la modernidad y el incumplimiento de los diversos ideales que en ella proliferaron. Jameson señaló dos de sus rasgos: la transformación de la realidad en imágenes y la fragmentación del tiempo en una serie de presentes perpetuos. Lyotard expuso la muerte de los metarrelatos, esas narraciones totalizantes sobre la historia y el sentido del hombre; por lo que, al encontrarse ausentes, se viviría un momento de pérdida de modelos sólidos a los cuales dirigir las aspiraciones. Resulta complejo definir de manera inequívoca a la posmodernidad ante la variedad de discursos que sobre ella existen. Se entiende a la posmodernidad como una época del desencanto, en la que se propone que los individuos sólo quieren vivir el presente; el futuro y el pasado pierden importancia con lo que se da una búsqueda de lo inmediato, de igual forma se propone un proceso de pérdida de la personalidad individual, pérdida de fe y desaparición de idealismos, así se vuelve la mirada hacia lo místico como justificación de sucesos, ocurre algo similar con el el poder público. Este desengaño alcanza también a la razón y la ciencia, pero en contrapartida se rinde culto a la tecnología; así los medios masivos adquieren gran importancia, ya que se convierten en transmisores de la verdad; es sorprendente el hecho de que lo que no tiene cabida en un medio de comunicación masiva, simplemente no existe para la sociedad. Todas estas características van perfilando un hombre en buena medida egocéntrico, que rinde culto al cuerpo y una simulada liberación personal.
Rosa Nidia Buenfil apunta una de las características de la época posmoderna, la erosión de lo absoluto, no sólo dentro de los discursos, sino que también puede resultar una característica del ser humano; (lo cual arroja un poco de luz sobre el opaco y pesimista hombre posmoderno antes descrito) pensando en ello, en la desaparición de caracteres indiscutibles, puede entenderse que el hombre no está plenamente determinado, no es una entidad fija, está en cambio y reconstrucción constante.
Feliz Navidad, Feliz Año Nuevo… ¿pero que es felicidad?
Una de las razones que motivan esa búsqueda es la felicidad, como mencionaba Kant, de ésta brotan los motivos de todo esfuerzo, pero cómo puede definirse y quien determina cómo es ésta. Ya que el hombre vive en un espacio tan grande, con tanta gente, y en ciertas condiciones, conviviendo día a día con otras personas que también la buscan, ¿no convendría que en ciertos puntos la felicidad de varios coincidiera? (o al menos podría creerse esto pensando que en el planeta hay millones de pobladores y hacer feliz a cada uno de ellos sería una tarea complicada). Kant exponía que “el supremo bien posible era la felicidad universal del mundo entero, unida a la más pura moralidad”, él creía que el fin de la felicidad es desinteresado, lo cual implica realizar un esfuerzo por ser dignos de la felicidad, entonces la cuestión importante no residiría en la búsqueda y obtención de la felicidad misma, pues esta podría verse como una actitud egoísta, sino en realizar las acciones necesarias para merecer el derecho de luchar por ella. La felicidad entonces consistiría en renunciar a la búsqueda incansable para sacrificarse por el honor de meritar la buenaventura; así, uno tendría que supeditar (en cierto grado) la necesidad y deseos propios por los del colectivo, a procurar hacer dichosos a los otros, para que, por medio del disfrute de ver consumadas sus aspiraciones y complacidos sus apetitos (y al ver que el esfuerzo ha valido la pena), el hombre pudiera sentirse realizado; pero ¿podría ser factible esto en el presente?
Tocado por el desencanto Adorno pronuncia una incapacidad de los seres humanos a comprometerse con los otros, a solidarizarse genuinamente, (si no es que la causa para la solidaridad está destinada al fracaso), resulta muy cómodo decir que se apoya a tal o cual movimiento desde la comodidad y seguridad del sofá, (tal propuesta resulta vinculada con el perfil del hombre posmoderno). Así el hombre que visualiza Adorno bien podría pensar: ---si los demás no son capaces de compartir mi dolor ¿Por qué debería yo compartir mi felicidad, es más, por qué he de darle preferencia a su prosperidad sobre la mía?
Pensemos en el ritual de atragantarse con uvas, en el que se espera, aparte de no ahogarse, que en el año se logre esto, se consiga aquello, por esfuerzo propio y/o con la providencia de la deidad preferida. Bajo la idea ambiciosa y en muchos casos pesimista, el año nuevo se presenta como la oportunidad de comenzar otra vez. Sería el borrón y cuenta nueva que se necesitaba para dejar esa sensación de ineptitud del año que se acaba y recibir con nuevos bríos al que comienza. Siempre se dice que hay que retomar lo bueno y dejar lo malo atrás, pero al seguir con este consejo el mismo hombre quedaría truncado. De esta forma, hay quien pregona que se aprende más de los errores que de los aciertos. Si se retomaran las cuestiones fatídicas más a menudo, probablemente se tendría una guía sobre cómo actuar, cómo conducirse evitando los grandes baches en el camino de la humanidad. Así, el observar y analizar el pasado pueden dar claves para nuestra vida presente y futura. Requiere de un gran esfuerzo, decidirse a mantener la vista fija en un punto, más que dejarla correr con miles de imágenes que se presentan a cada segundo, en el torrente de adrenalina y que se cuelan a los cuerpos y conciencias.
Resulta lo mismo con la representación que se hace del año viejo, en varios especios eiende a identificarsele con un anciano, decrépito e inservible y la del año nuevo como un niño puro, ingenuo, lo bueno, la esperanza. Hemos de aceptar que en la actualidad, la gran mayoría de las personas tiende a privilegiar el momento presente, a dejarlo todo para después. Con la creencia de que siempre habrá un futuro, vamos posponiendo cosas, creando brechas entre nuestras relaciones con el exterior.
El ignorar la propia dimensión histórica, aunado a la imperante necesidad de un (cada vez menos plausible) mañana, conducen al sujeto a la imprecisión sobre la finitud de su propio cuerpo y su presencia, provocando un extraño vínculo con el presente, una relación amor-odio en la cual se conjugan el sentimiento de hartazgo por las condiciones de vida en las que el mismo hombre se encuentra inmerso, así como la frenética idolatría del “día de hoy”. O ya entrados en la paranoia apocalíptica de las profecías que vaticinan el dramático fin de la existencia, también podría venir a la mente la idea de que, con el fin inminente por obra del hombre, ya no habrá otro día, así que hay que vivir como si este fuera el último día de nuestras vidas. Esta premisa era un ejercicio del pensamiento que pretendía hacer ver que los males que se vivían no lo eran tanto, es decir, ver el futuro y en especial a la vida como oportunidades, y no llena de desgracias, además de entender que la muerte no era lo peor que podía suceder. Era un principio que trataba de exhortar a la reflexión de la propia vida y de las acciones emprendidas para el cuidado de sí mismo, pero ésta se transformó en la frase que promueve el vivir la vida a gran velocidad, a prisa.
Alejandra Ramos, psicóloga egresada de la UNAM, (entrevistada a razón de un artículo periodístico sobre esta temática), expresaba que: “cumplir un propósito depende de una serie de factores. En primer lugar en necesario preguntarse ¿cuáles son las razones para efectuarlo?, es importante reconocer si es un deseo interior, una necesidad real o un proyecto exigido por otros o el entorno.” Si bien, algo en nosotros hace nacer los deseos, estos no aparecen instantáneamente, ya sea por que realicemos una introspección respecto a quiénes somos, hacia dónde vamos, o porque observemos al vecino y en relación a él y sus logros enlistemos lo que nos falta y necesitamos, es a partir de una especie de construcción “asistida” que nos reconocemos y que entendemos que sensaciones o características que podemos poseer y compartir. Como diría Laura Echavarría Canto, una identidad, la propia imagen, está relacionada con la alteridad. La conformación identitaria se construye ante la mirada de los otros, es en ese actuar para la mirada ajena que intervienen los medios masivos de comunicación, ya que nos posibilitan echar un vistazo a otras realidades distantes y tal vez ajenas a nosotros. Como apunta Buenfil Burgos, “Vattimo sostiene que los mass media han jugado un papel importante en este proceso de descentración por que muestran no una sociedad transparente sino compleja, caótica y múltiple (…) Más que producirse una homologación general de la sociedad, la radio, la televisión, los periódicos (a pesar de los grandes esfuerzos de los monopolios capitalistas) han contribuido a evidenciar la existencia de una multiplicidad de visiones del mundo…” es en esta multiplicidad de imágenes en las que puede observarse tanto lo mejor y lo peor de nuestra sociedad;imágenes de ternura, solidaridad y afecto, frente a los exhibicionismos de violencia y destrucción, Hallazgos del conocimietno en sus detalles más preciso frente aestereotipos sociales y raciales insostenibles e imágenes que promueven el consumismo. Es mediante las imágenes de lo propio y lo diferente que nos identificamos, ampliamos la mirada, pero tambien somos seducidos con imágenes, modelos que reflejan ideales con los cuales podemos (y en muchos casos “debemos”) identificarnos, sobre los cuales volcar nuestras aspiraraciones. La pasarela de “posibilidades” nos ayuda a darnos cuenta de todo lo que nos estamos perdiendo, todo lo que nos resta por hacer y tener, “(…) el consumo resulta vital para la realización de la acumulación de capital requiriendo para ello movilizar al deseo de los sujetos, deseo que se encarna en mercancías portadoras de contrastes sociales y prestigiosos de clase, de inscripciones identitarias (…)” es en ese desear los objetos cobra importancia el valor de signo de las cosas, el cual hace referencia al valor que adquieren por lo que representan, o porque le han sido otorgados, “(…) el acceso al consumo conforma en el sujeto la idea de una identidad exitosa en tanto que su estatus depende de la exhibición: su atuendo y sus bienes de consumo son emblemas de su estatus cultural de clase (…).” No siempre se tiene una disposición al cambio, tal vez por el miedo o la pereza de abandonar lo logrado. Casi siempre se desea obtener cosas de la vida en sociedad; aún cuando estos propósitos se plantean en un nivel más personal o cosas que impliquen cierto compromiso se llega a fallar precisamente por eso, porque no existe un real compromiso por cristalizar nuestros objetivos, sumando a esto que nuestra meta pudo ser muy fantasiosa. Se dice popularmente que si no se lograron los propósitos fue porque no se tuvo fuerza de voluntad, esto no suena tan descabellado pues, como manifestó Hegel, la voluntad va más allá de los deseos, de las simples ilusiones, pues está determinada, tiene una meta fija y la posibilidad de materializarse. Quien tenga esa voluntad no tendrá “el camino libre” pero estará dispuesto a “caminar” y consciente del “cansancio” al abordar la empresa.
BIBLIOGRAFIA
BUENFIL Burgos, R. N. "Horizonte Postmoderno y Configuración Social" en De Alba A. (coord.) Posmodernidad y Educación CESU-UNAM-Porrúa, México, 1995.
ECHAVARRIA Canto, Laura. El espejo de la otredad en SORIANO Peña Reinalda, ÁVALOS Lozano María Dolores. Análisis Político de Discurso. Dispositivos Intelectuales en la Investigación Social. Juan Pablos Editor, PAPDI, 1ªedición. México, 2009.
JAMESON, Frederic. Posmodernismo y sociedad de consumo en FOSTER, Hal. HABERMAS, J. (et. al.) La Posmodernidad. Editorial Kairós Colofón. México, 1988.
KANT, Immanuel. Sobre el tópico: esto puede ser correcto en la teoría, pero no vale para la práctica, en En defensa de la Ilustración. Editorial Alaba. España, 1999.
ADORNO, Th. W;. Notas marginales sobre teoría y praxis en Consignas. Amorrortu. Bs. As., (1993)
cibergrafia:
ROBLEDERO, Fulgencio ¿estamos al final de los metarrelatos? blog de filosofía, reflexión y temas inactuales. http://sanguisleonisviridis.blogspot.com/2008/06/estamos-al-final-de-los-metarrelatos.htmlmartes, junio 17, 2008
JAMESON, Frederic. Posmodernismo y sociedad de consumo en FOSTER, Hal. HABERMAS, J. (et. al.) La Posmodernidad. Editorial Kairós Colofón. México, 1988. Ante esto existen posturas que niegan dicha caída, considerando que el anunciado fin de los metarrelatos se perfila más al denotar el desencanto del sector intelectual europeo hacia los antiguos regímenes comunistas del Este y las actuales democracias burguesas. Resulta interesante pensar, como expresaba Laclau, en el debilitamiento del carácter absoluto de los valores del metarrelato más que en su obsolencia, derrumbe y erradicación total. ESPINO Pérez José. Sólo Buenos Deseos en Día Siete N 386 semanal, México 2007. BUENFIL Burgos, R. N. "Horizonte Postmoderno y Configuración Social" en De Alba A. (coord) Posmodernidad y Educación CESU-UNAM-Porrúa, México, 1995. pp.17 ECHAVARRIA Canto, Laura. El espejo de la otredad en SORIANO Peña Reinalda, ÁVALOS Lozano María Dolores. Análisis Político de Discurso. Dispositivos Intelectuales en la Investigación Social. Juan Pablos Editor, PAPDI, 1ªedición. México, 2009. pp. 103.